Reflexiones acerca de la lectura de la nota “Por el Estado” de Martín Caparrós
(este artículo es una producción colectiva y fué publicada originalmente en revistalibertariahorizontes.wordpress.com/)
¿Qué es lo que define el ser anarquista? ¿Existe una suerte de definición categórica, objetiva y finalista que lo determine? Por supuesto que no; sabemos que los y las anarquistas nos sentimos identificados e identificadas por todo aquello que sea anti autoritario. Cuestiones como la Libertad, la Horizontalidad, la Igualdad, la Acción Directa, y la oposición a toda forma de opresión resultan esenciales, pero luego, cada uno y cada una de nosotras encuentra la manera de plasmar estas cuestiones según sus propias definiciones y sentimientos. Lo que si podemos decir, es que para ser anarquista no es precisa una definición de diccionario o una catalogación científica, cosa que por otro lado le cabe a otras corrientes del pensamiento socialista. Una vez que nos sentimos anarquistas, actuamos, pensamos y reivindicamos una identidad que no nos precede sino que construimos día a día.
La mayoría de las definiciones que podemos encontrar, históricamente hablando, se corresponden casi siempre a visiones de nuestros y nuestras referentes más relevantes. Así encontramos al legendario italiano Errico Malatesta diciendo “anarquista es, por definición, el que no quiere ser oprimido y no quiere ser opresor; el que desea el máximo bienestar, la máxima libertad, el máximo desarrollo posible para todos los seres humanos”[1]. También podemos leer, desde otra forma de sentir al Anarquismo, al español Tomás Ibáñez “La única vía que me parece llena de promesas y cargada de frutos consiste en luchar incesantemente, en todos los lugares, contra la autoridad; y, si el estado de nuestras fuerzas nos lo permite, realizar una revolución, violenta o no, que tenga por objetivo, no el de propagar el comunismo libertario, sino el de hacer estallar en mil pedazos la tangible realidad de la autoridad que nos aplasta, a fin de que cada uno pueda elegir su vía sin imposiciones, ser marxista, ser libertario, etc., y vivir, con sus compañeros de ideas, su manera de vivir”[2]. Podríamos decir que hay casi tantas formas de entender y practicar al anarquismo como anarquistas existan. Una definición que consideramos bastante profunda y a la vez bastante aceptada por gran parte de los y las anarquistas podría ser la siguiente, escrita por uno de sus grandes pensadores, el ruso Mikhail Bakunin “¿Deseas hacer que sea imposible para cualquiera oprimir a su prójimo? Entonces asegúrate de que nadie tendrá poder. ¿Deseas que los hombres respeten la libertad, los derechos y la personalidad de sus prójimos? Asegúrate entonces de que sean compelidos a respetar esas cosas, no forzados por el deseo o la acción opresiva de otros hombres, ni tampoco por la represión del Estado y sus leyes, necesariamente representadas y aplicadas por hombres, que a su vez se hacen esclavos de ellas, sino por una verdadera organización del medio social; esta organización está constituida de manera que, permitiendo a cada uno el más completo disfrute de su libertad, no permite a ninguno elevarse sobre los otros ni dominarlos a no ser mediante la influencia natural de sus cualidades morales e intelectuales, sin que esta influencia se imponga nunca como un derecho y sin apoyarse en ninguna institución política[3]”.
Como puede verse, hay algunos tópicos que se repiten, y que obviamente reflejan el vínculo anti autoritario entre las diversas concepciones de lo libertario. En ese sentido, la nota publicada por el escritor y periodista Martín Caparrós bajo el título “Por el Estado”[4] no escapa a ello, pues al inicio de la misma, el autor hace una suerte de descripción de su propia forma de considerarse anarquista. Esto no significaría nada en particular, a no ser por el hecho de que inmediatamente la nota se torna en una defensa romántica del Estado Argentino, un hecho claramente contradictorio y que además hace uso del lugar común “Ser anarquista es igual a destruir el Estado y estar en contra de todo”.
Claro, nosotros y nosotras podríamos caer fácilmente en una suerte de “denuncia” del poco claro “carácter libertario” de Caparrós al realizar esta acción de defensa estatal, pero no es eso lo que nos interesa, porque creemos que como anarquistas no somos dogmáticos/as ni pensamos al anarquismo desde una perspectiva teleológica. Si el compañero quiere pensar y accionar dentro de la perspectiva estatal, es su propia decisión y sabrá defender su posición según sus propios parámetros. Pero lo que nos interesa destacar son otros aspectos que surgen de la lectura de la nota.
El asunto entero del artículo gira en torno a la gran conflictividad social generada en los últimos meses en la Argentina a raíz del problema de las retenciones agrarias impulsadas por la promulgación de la resolución Nº 125[5]. La primera pregunta que nos planteamos es ¿Por qué la necesidad de tener que referenciarse como anarquista para opinar sobre este tema? Caparrós nos dice “soy un anarquista en tiempos tristes, tan tristes que me veo reducido a querer, ahora, que el Estado argentino sea más fuerte. Es un caso clásico: el campesino que quería ser libre pero debía apoyar al rey para que lo defendiese de su señor feudal, gozador insaciable”. Bajo la identidad de un “anarquista”, Martín Caparrós en realidad no hace más que defender una posición de lo que comúnmente conocemos como progresismo, es decir, una posición que se identifica claramente con una concepción nacional del Estado Argentino tal cual nos han impuesto a través de las diversas instituciones educativas y los diversos dispositivos de poder que se generan en todas las instancias que nos tocan vivir a diario (medios de comunicación, patriotismos, valores culturales, relaciones sociales, etc.). Es un posicionamiento que remite claramente a una noción de ciudadanía referenciada en los parámetros burgueses de la propiedad privada, la valoración positiva de las leyes de propiedad, el orden constitucional y el accionar estatal como elementos de dominación, explotación y alienación.
Veamos, por ejemplo: “Alcanza con andar por la Argentina: la soja enriquece a algunos, expulsa a muchos, agota las tierras, cambia el paisaje socioeconómico hacia el monocultivo mas primario”. Muy bien, Caparrós observa acertadamente los efectos destructivos (tanto ecológica como socialmente hablando) del monocultivo en las tierras argentinas, pero acto seguido nos dice “El grano no crea empleo y, exportado tal como se exporta, casi sin proceso, nos convierte otra vez en un granero que no agrega valor a sus plantitas”. ¿Por que se referencia como anarquista para hacer una defensa de los imaginarios que nos han impuesto con los mitos nacionales del “Granero del Mundo” y la gran patria agropecuaria que alimenta al planeta? Eso se remite mucho más con los mitos nacionales construidos por los grupos oligárquicos terratenientes que construyeron la maquinaria genocida argentina que se erigió sobre la sangre de los pueblos originarios y los pobladores y pobladoras que fueron expulsados de sus tierras para la instauración del Estado Argentino. Incluso hay una defensa velada del accionar estatal sobre la actividad sojera: “El gobierno dice que sus retenciones ayudarían a mejorar ese sistema: a mantener el precio interno, a alentar la diversificación, a promover el procesamiento del grano para exportar algo más trabajado”. ¿Será que el progresismo argentino está tan desgastado, desacreditado y desubicado que necesita esconderse tras la máscara del anarquismo, comprendido para algunos y algunas como un pensamiento externo a la sociedad, para poder decir lo que realmente piensa? ¿Será que el posicionamiento de las ideas “progresistas y nacionales” tiene defensores tan diversos y contradictorios entre si, que es preferible y menos dañino el etiquetarse como “anarquista”, que como lo que se es realmente? ¿Será que hay intereses económicos y políticos, y relaciones de poder tan conflictivas dentro de aquel espectro, que rotularse como anarquista parece ser que legitíma un mensaje que dicho de otra manera hubiese sido más débil?
Hay casi una declaración de principios que nos deja claro el panorama: “Soy anarquista. Creo que el Estado tiene que desaparecer y va a desaparecer, alguna vez. Mientras tanto, es la única herramienta que permitiría que unos pocos no se queden con todo, muchísimos con nada. Pero, para eso, el Estado debe ser controlado; ese sería el rol de la política. Que pena que ya tampoco haya”. Los y las anarquistas no participamos de la política burguesa de partidos, instituciones y procesos eleccionarios que no hacen más que licitar qué sector de la burguesía nos explotará; pero claramente, el pensamiento anarquista remite a la noción de acción política directa, pura, concreta, sin intermediarios. Caparrós se queja de la supuesta disolución del accionar político parlamentario, y se pregunta por que no hay más, ignorando aparentemente el hecho de que ese accionar ha sido el que ha frenado procesos sociales cuestionadores y revolucionarios; cuando eso fué insuficiente para dominar y explotar, fueron esos mismos personajes los que golpearon las puertas de los cuarteles militares que aplicaron la represión y el genocidio. De paso, esa concepción de lo político como forma de controlar y regular el accionar estatal, no es otra cosa que el pensamiento fundamental de John Locke, uno de los padres del Liberalismo.
En esa misma sentencia, Caparrós identifica la concepción de lo libertario de un modo que se asimila, precisamente, a un ideario construido desde la ideología de las clases dominantes, donde el anarquista es el sujeto anómico, el elemento antisocial que se opone al Estado porque sí y que durante décadas alimentó discursos estatales para ordenar represiones y persecuciones.
Que piensen lo que quieran de nosotros y nosotras, eso ya no nos sorprende. Lo que si resulta extraño, es que alguien que tiene otro tipo de ideas y relaciones con las instituciones y con el Estado Argentino precise ponerse una máscara de anarquista para decir lo que siente. ¿Tanto miedo tienen de sus propias ideas y prácticas?
La mayoría de las definiciones que podemos encontrar, históricamente hablando, se corresponden casi siempre a visiones de nuestros y nuestras referentes más relevantes. Así encontramos al legendario italiano Errico Malatesta diciendo “anarquista es, por definición, el que no quiere ser oprimido y no quiere ser opresor; el que desea el máximo bienestar, la máxima libertad, el máximo desarrollo posible para todos los seres humanos”[1]. También podemos leer, desde otra forma de sentir al Anarquismo, al español Tomás Ibáñez “La única vía que me parece llena de promesas y cargada de frutos consiste en luchar incesantemente, en todos los lugares, contra la autoridad; y, si el estado de nuestras fuerzas nos lo permite, realizar una revolución, violenta o no, que tenga por objetivo, no el de propagar el comunismo libertario, sino el de hacer estallar en mil pedazos la tangible realidad de la autoridad que nos aplasta, a fin de que cada uno pueda elegir su vía sin imposiciones, ser marxista, ser libertario, etc., y vivir, con sus compañeros de ideas, su manera de vivir”[2]. Podríamos decir que hay casi tantas formas de entender y practicar al anarquismo como anarquistas existan. Una definición que consideramos bastante profunda y a la vez bastante aceptada por gran parte de los y las anarquistas podría ser la siguiente, escrita por uno de sus grandes pensadores, el ruso Mikhail Bakunin “¿Deseas hacer que sea imposible para cualquiera oprimir a su prójimo? Entonces asegúrate de que nadie tendrá poder. ¿Deseas que los hombres respeten la libertad, los derechos y la personalidad de sus prójimos? Asegúrate entonces de que sean compelidos a respetar esas cosas, no forzados por el deseo o la acción opresiva de otros hombres, ni tampoco por la represión del Estado y sus leyes, necesariamente representadas y aplicadas por hombres, que a su vez se hacen esclavos de ellas, sino por una verdadera organización del medio social; esta organización está constituida de manera que, permitiendo a cada uno el más completo disfrute de su libertad, no permite a ninguno elevarse sobre los otros ni dominarlos a no ser mediante la influencia natural de sus cualidades morales e intelectuales, sin que esta influencia se imponga nunca como un derecho y sin apoyarse en ninguna institución política[3]”.
Como puede verse, hay algunos tópicos que se repiten, y que obviamente reflejan el vínculo anti autoritario entre las diversas concepciones de lo libertario. En ese sentido, la nota publicada por el escritor y periodista Martín Caparrós bajo el título “Por el Estado”[4] no escapa a ello, pues al inicio de la misma, el autor hace una suerte de descripción de su propia forma de considerarse anarquista. Esto no significaría nada en particular, a no ser por el hecho de que inmediatamente la nota se torna en una defensa romántica del Estado Argentino, un hecho claramente contradictorio y que además hace uso del lugar común “Ser anarquista es igual a destruir el Estado y estar en contra de todo”.
Claro, nosotros y nosotras podríamos caer fácilmente en una suerte de “denuncia” del poco claro “carácter libertario” de Caparrós al realizar esta acción de defensa estatal, pero no es eso lo que nos interesa, porque creemos que como anarquistas no somos dogmáticos/as ni pensamos al anarquismo desde una perspectiva teleológica. Si el compañero quiere pensar y accionar dentro de la perspectiva estatal, es su propia decisión y sabrá defender su posición según sus propios parámetros. Pero lo que nos interesa destacar son otros aspectos que surgen de la lectura de la nota.
El asunto entero del artículo gira en torno a la gran conflictividad social generada en los últimos meses en la Argentina a raíz del problema de las retenciones agrarias impulsadas por la promulgación de la resolución Nº 125[5]. La primera pregunta que nos planteamos es ¿Por qué la necesidad de tener que referenciarse como anarquista para opinar sobre este tema? Caparrós nos dice “soy un anarquista en tiempos tristes, tan tristes que me veo reducido a querer, ahora, que el Estado argentino sea más fuerte. Es un caso clásico: el campesino que quería ser libre pero debía apoyar al rey para que lo defendiese de su señor feudal, gozador insaciable”. Bajo la identidad de un “anarquista”, Martín Caparrós en realidad no hace más que defender una posición de lo que comúnmente conocemos como progresismo, es decir, una posición que se identifica claramente con una concepción nacional del Estado Argentino tal cual nos han impuesto a través de las diversas instituciones educativas y los diversos dispositivos de poder que se generan en todas las instancias que nos tocan vivir a diario (medios de comunicación, patriotismos, valores culturales, relaciones sociales, etc.). Es un posicionamiento que remite claramente a una noción de ciudadanía referenciada en los parámetros burgueses de la propiedad privada, la valoración positiva de las leyes de propiedad, el orden constitucional y el accionar estatal como elementos de dominación, explotación y alienación.
Veamos, por ejemplo: “Alcanza con andar por la Argentina: la soja enriquece a algunos, expulsa a muchos, agota las tierras, cambia el paisaje socioeconómico hacia el monocultivo mas primario”. Muy bien, Caparrós observa acertadamente los efectos destructivos (tanto ecológica como socialmente hablando) del monocultivo en las tierras argentinas, pero acto seguido nos dice “El grano no crea empleo y, exportado tal como se exporta, casi sin proceso, nos convierte otra vez en un granero que no agrega valor a sus plantitas”. ¿Por que se referencia como anarquista para hacer una defensa de los imaginarios que nos han impuesto con los mitos nacionales del “Granero del Mundo” y la gran patria agropecuaria que alimenta al planeta? Eso se remite mucho más con los mitos nacionales construidos por los grupos oligárquicos terratenientes que construyeron la maquinaria genocida argentina que se erigió sobre la sangre de los pueblos originarios y los pobladores y pobladoras que fueron expulsados de sus tierras para la instauración del Estado Argentino. Incluso hay una defensa velada del accionar estatal sobre la actividad sojera: “El gobierno dice que sus retenciones ayudarían a mejorar ese sistema: a mantener el precio interno, a alentar la diversificación, a promover el procesamiento del grano para exportar algo más trabajado”. ¿Será que el progresismo argentino está tan desgastado, desacreditado y desubicado que necesita esconderse tras la máscara del anarquismo, comprendido para algunos y algunas como un pensamiento externo a la sociedad, para poder decir lo que realmente piensa? ¿Será que el posicionamiento de las ideas “progresistas y nacionales” tiene defensores tan diversos y contradictorios entre si, que es preferible y menos dañino el etiquetarse como “anarquista”, que como lo que se es realmente? ¿Será que hay intereses económicos y políticos, y relaciones de poder tan conflictivas dentro de aquel espectro, que rotularse como anarquista parece ser que legitíma un mensaje que dicho de otra manera hubiese sido más débil?
Hay casi una declaración de principios que nos deja claro el panorama: “Soy anarquista. Creo que el Estado tiene que desaparecer y va a desaparecer, alguna vez. Mientras tanto, es la única herramienta que permitiría que unos pocos no se queden con todo, muchísimos con nada. Pero, para eso, el Estado debe ser controlado; ese sería el rol de la política. Que pena que ya tampoco haya”. Los y las anarquistas no participamos de la política burguesa de partidos, instituciones y procesos eleccionarios que no hacen más que licitar qué sector de la burguesía nos explotará; pero claramente, el pensamiento anarquista remite a la noción de acción política directa, pura, concreta, sin intermediarios. Caparrós se queja de la supuesta disolución del accionar político parlamentario, y se pregunta por que no hay más, ignorando aparentemente el hecho de que ese accionar ha sido el que ha frenado procesos sociales cuestionadores y revolucionarios; cuando eso fué insuficiente para dominar y explotar, fueron esos mismos personajes los que golpearon las puertas de los cuarteles militares que aplicaron la represión y el genocidio. De paso, esa concepción de lo político como forma de controlar y regular el accionar estatal, no es otra cosa que el pensamiento fundamental de John Locke, uno de los padres del Liberalismo.
En esa misma sentencia, Caparrós identifica la concepción de lo libertario de un modo que se asimila, precisamente, a un ideario construido desde la ideología de las clases dominantes, donde el anarquista es el sujeto anómico, el elemento antisocial que se opone al Estado porque sí y que durante décadas alimentó discursos estatales para ordenar represiones y persecuciones.
Que piensen lo que quieran de nosotros y nosotras, eso ya no nos sorprende. Lo que si resulta extraño, es que alguien que tiene otro tipo de ideas y relaciones con las instituciones y con el Estado Argentino precise ponerse una máscara de anarquista para decir lo que siente. ¿Tanto miedo tienen de sus propias ideas y prácticas?
[1] Vernon Richards “Malatesta – Pensamiento y acción revolucionarios”. Ediciones Proyección, Buenos Aires 1974. Existen nuevas ediciones que se consiguen fácilmente.
[2] Tomás Ibáñez “Actualidad del Anarquismo”. Utopía Libertaria, Buenos Aires 2007.
[3] Mikhail Bakunin “Escritos de Filosofía Política” (tomo II). Ediciones Altaya, Barcelona, 1994.
[4] La nota salió publicada bajo el título “Por el Estado” en el diario Crítica del 13/3/09. El link a la nota original es http://criticadigital.com/index.php?secc=nota&nid=652
[5] Finalmente su votación fué aprobada en la cámara de diputados, pero tras dos votaciones empatadas en la cámara de senadores, el vicepresidente argentino, que preside la cámara, finalmente resolvió su no promulgación.
[2] Tomás Ibáñez “Actualidad del Anarquismo”. Utopía Libertaria, Buenos Aires 2007.
[3] Mikhail Bakunin “Escritos de Filosofía Política” (tomo II). Ediciones Altaya, Barcelona, 1994.
[4] La nota salió publicada bajo el título “Por el Estado” en el diario Crítica del 13/3/09. El link a la nota original es http://criticadigital.com/index.php?secc=nota&nid=652
[5] Finalmente su votación fué aprobada en la cámara de diputados, pero tras dos votaciones empatadas en la cámara de senadores, el vicepresidente argentino, que preside la cámara, finalmente resolvió su no promulgación.
2 comentarios:
ey, no había visto la publicación de las jornadas, en especial la ponencia de martín, q nos perdimos varixs por ir a por morfi
ya te estoy leyendo el texto; le hice los links al no damos cátedra -porque no hay jerarquía en la ignorancia, vió-
salud y alegría
(G)
hey!
como va?
me contó leo que estuvieron charloteando el otro día
y medo me contó algunos planes que tienen también...
a ver si nos juntamos un día de estos y planeamos desmanes en banda.
abrazo fraternal,
Laura.-
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