martes, 20 de abril de 2010

Petróleo y civilización


Creo que a esta altura, todos y todas comprendemos que esta civilización altamente industrializada en la que vivimos hace uso y abuso del petróleo y sus respectivos derivados en tanto combustible de gran parte de la maquinaria y accesorios que día a día utilizamos. Creo también, que manejamos cierta noción respecto a que toda esta estructura de mecanización de nuestros ciclos de vida sostenidas en el combustible fósil se traduce, precisamente, en la depredación a mansalva de este elemento de nuestro medioambiente que no es renovable y se dirige a su agotamiento global. Todo esto sin perder de vista que su consumo y procesamiento arroja infinidad de residuos tóxicos que contaminan y dañan severamente la atmósfera.

Sin embargo, a veces pareciera que nos percibiésemos que el petróleo se nos presenta en infinidad de aspectos cotidianos más allá que como combustible: envases, envoltorios, recipientes, indumentarias, aparatos y herramientas, entre un enorme abanico de posibilidades. No se trata de exponer un catálogo petrolífero, sino en reflexionar sobre el basamento de nuestra civilización. Es que esta sociedad del capitalismo globalizado, orientada a la producción de mercancías y al consumo desenfrenado, se hace insostenible sin el petróleo. De hecho, podemos pensar que el desarrollo tecnológico y la industrialización pesada, aliadas obviamente al modo de producción capitalista imperante, son prácticamente imposibles sin la existencia en grandes cantidades de petróleo como molde, contención y parámetro de casi todo lo que nos rodea.

Así las cosas, y a medida que avanzamos a su agotamiento planetario, esta lógica de desarrollo consumista lineal significa un camino directo al colapso civilizatorio, en tanto inevitable desaparición de las condiciones de posibilidad de su reproducción. En tanto aumente su escasez, la connivencia de intereses entre petroleras, grandes industrias e intereses financieros se constituyen un polo de concentración económico, y por ende político. Las guerras y las invasiones de las últimas décadas sobre los países donde se encuentran las principales reservas son testimonio de ello.

Acotándonos a nuestro plano local, no es irracional pensar, entonces, que estas alianzas de poder económico y político ignoren, invisibilicen y avancen por sobre las necesidades y reclamos de vecindarios, comunidades y ciudades que se encuentran en las cercanías de pozos o plantas de procesamiento. Lo más preocupante, es que acarreamos como herencia una lógica que supone la necesidad de desarrollo industrial para suponer la posibilidad de autonomía de nuestros países, y que torna a las administraciones locales de esta lógica productiva.

Es en este sentido que, tanto los gobiernos, como los partidos políticos, medios masivos de comunicación, intelectuales y otros actores sociales no realizan una crítica o un rechazo de esta matriz, tornándose en cómplices directos o indirectos del problema.

Mientras no seamos capaces de cuestionar el desarrollo consumista que se sustenta en la matriz de producción industrial, difícil será de poder articular perspectivas que restrinjan y limiten el alcance empresarial de las corporaciones petroleras en pos de las necesidades e inquietudes de las diversas comunidades. Sino, no haremos más que poner parches y curitas para una herida cada vez mayor.

Xaby

Para El Peso del Rocío (FM La Tribu)
Centro de Producciones Radiofónicas – http://www.ceppas.org

Sobre las UAC


¿Que implicancias y que reflexiones se merece el tema de las UAC?

¿Acaso se trata de un fenómeno aislado protagonizado por algunos sujetos que no encuentran modos de canalizar sus problemas sociales? ¿Se trata de nuevas formas de participación ciudadana, frente a décadas de desatención y aislamiento gubernamental? ¿Es acaso una forma más eficaz y directa de intervenir frente a los atropellos y abusos por parte de mineras, organizaciones multinacionales y otras industrias extractivas y contaminantes?

Es posible que haya un poco de todo esto, y sin embargo cada Asamblea es exponente de un conflicto local diferente. Así que aquí exponemos un par de reflexiones al respecto.

Existe una extraña idea en asimilar que el fenómeno de las UAC tiene que ver con lo acontecido a partir de la movilización popular de 2001, el surgimiento de las empresas recuperadas, y lo que en aquel momento se denomino como Asambleas Ciudadanas, por lo menos para Buenos Aires.

Sin embargo, hay diferencias sustanciales: las UAC evidentemente exponen y ponen en disputa nuevas formas de intervención, más directas y en conflicto más frontal, que las clásicas formas institucionalmente aceptadas, esto es, la acción de algún ministerio, secretaria o partido político. Las UAC normalmente exceden marcos de clase, edad o género, cohesionando grupos en base a intereses que se relacionan directamente con la recuperación del concepto de comunidad: un espacio social y físico habitado y transitado por diversos sujetos, que más allá de sus respectivas particularidades, comprenden que la ecología, la salud, el acceso a la tierra o el derecho a la recuperación de una identidad o de lugares ancestrales, entre tantos otros, son objetivos dignos de una intervención colectiva.

Ya es sabido cuantos intentos se hacen desde gobiernos, funcionarios, empresas y corporaciones por asimilar, dispersar y disuadir a estos espacios que no se subsumen a las actuales lógicas de reproducción del capital y de imposición por parte de los sectores dominantes. Sin embargo, esto quizás también merezca otras reflexiones por parte de sus protagonistas, en tanto atreverse a pensar cómo, de una lucha o conflicto en el que la comunidad interviene, podrían atreverse a relacionarse y comprometerse en otros.

Las lógicas del miedo, la desmovilización y el desinterés son constantemente fomentadas desde arriba. Y más allá de sus esfuerzos por lograrlo, siempre es posible encontrar esfuerzos y atisbos por luchar por algo mejor. Las UAC, pese a sus limitaciones temporales, operativas y organizacionales (en algunos casos), sin embargo están aportando a la construcción de nuevas prácticas y de nuevos imaginarios, que quizás posibiliten una verdadera conciencia de participación y compromiso popular.

Ese es hoy, uno de los desafíos abiertos, y al cual no deberíamos ser ajenos.

Xaby

Para El Peso del Rocío (FM La Tribu)

Centro de Producciones Radiofónicas – http://www.ceppas.org

miércoles, 24 de marzo de 2010

34 años de miedo y terror


34 años han pasado ya desde el momento en que se instaurase físicamente la última dictadura militar, la que secuestró y asesinó a mas de 30.000 trabajadores y trabajadoras; estudiantes secundarias y militantes universitarios; madres y padres de familia; deportistas y curas párrocos; médicas, profesores y abogados; campesinos, pobres y desocupados en general, entre tantos y tantas que hoy no están con nosotros y nosotras.
Un proceso de exterminio que buscó desmantelar todo un tejido social y un proyecto inclusivo, en pos de otro que fuese la continuación histórica de aquel que siempre alentaron los sectores más privilegiados, esos mismos que siempre pensaron a un país y una sociedad con forma de una pequeña quinta que les redituase beneficios y ganancias, la de la miseria de muchos y muchas para el goce y disfrute de unos pocos y pocas.
Hablamos así, de la consolidación no solo de un modelo productivo subordinado y extractivo, sino también de un viejo anhelo presente históricamente en las distintas castas dirigentes. Hablamos, precisamente, de un modelo social y político restringido, ese que estaba presente desde el final de las guerras de independencia, que tomó forma de proyecto con Alberdi, que siguió luego con la consolidación institucional de Sarmiento y Mitre, y corporizó su forma genocida con Roca y el exterminio originario. El anhelo de dominio, control y docilización social presente en los gobiernos patronales de principios de siglo XX, y las dictaduras que van de Uriburu y Justo hasta la de Lanusse, y que toma finalmente la forma de maquinaria fascista de exterminio con la dictadura de Videla y cía., marcando el final de una etapa de nuestra historia, estableciendo precisamente el marco económico, político y social que vivimos y sufrimos hoy en día.
Sin embargo, nos encontramos en 2010. Nos encontramos en una época vertiginosa, en donde los flujos de información imponen minuto a minuto modas, discursos y personajes mediáticos que llenan las radios y pantallas con políticos que actúan como actores, y actores que opinan como políticos. Es la época de la información devenida mercancía, elaborada con precisión para llenar la atmósfera de ningún contenido. Es la época de la muerte de las ideas, y de la ausencia de las ideologías, en donde lo individual se impone a lo público; en donde el beneficio personal se impone al interés colectivo, y en donde la apatía se fomenta con fervor. Es la época en que los que protestan en las calles y las rutas por mejores condiciones de vida son terroristas.
Pero allí radica precisamente el contenido de la herencia más pesada de esa dictadura del ´76. El miedo, el terror, el pánico… Donde antes había risas y personas, hoy encontramos silencio y ausencias; donde antes existía la solidaridad y la amistad, hoy impera el egoísmo y el “sálvese quien pueda”; donde antes había lazos sociales y comunidades, hoy encontramos miseria, narcotráfico y explotación. La sociedad argentina, que siempre ha sido blanco de esos intereses concentrados, hoy finalmente se despliega como lo que es: la sociedad del gatillo fácil y la represión; la sociedad elitista que se ve a si misma como enemiga, y que duda de lo que se encuentra a su alrededor. La sociedad aterrada de si misma.
No se trata simplemente de recordar esta fecha como un fetiche político o un aniversario familiar militante. Se trata de pensar de una vez nuestra historia y nuestro destino como sociedad. Hay debates sobre el pasado que nunca se han dado, y reflexiones que aún se adeudan. No es posible edificar una sociedad mas justa mientras las calles y las paredes aún están manchadas con sangre popular. No hay chances de construir otra historia mientras el Estado y sus instituciones sigan representando a los sectores que fomentaron la muerte, y los asesinos y sus cómplices transitan alegremente por las calles en compañía de sus familias. No tiene objeto seguir amparando a empresarios y corporaciones que sigan generando ganancias a costa del sufrimiento y la sangre subalterna.
Producir proyectos y propuestas para una sociedad diferente debería ser la premisa en estos momentos en que se agitan fantasmas históricos con la construcción discursiva de un bicentenario que parece ser el marco que diluye el pasado y convierte todo lo acontecido en una suerte de lógica lineal que inevitablemente debía llevarnos a esto, y que encima lo presenta como un logro colectivo. Participar e intervenir son la forma de generar conciencia para cambiar lo existente.
Un pasado que no ha sido reflexionado, nunca nos permitirá pensar un proyecto social futuro inclusivo y más justo, en donde la miseria, la exclusión y la muerte constituyan un mal recuerdo.
Compromiso y acción son, precisamente, la principal manera de romper con esta sociedad aterrada que vivimos y habitamos. Revolvernos de encima lo duro de nuestro pasado, no significa tapar las cicatrices que arrastramos, sino que seamos capaces de observarlas, para pensar algo diferente.

(de)Construir – Pensamiento Libertario Periférico
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