Creo que a esta altura, todos y todas comprendemos que esta civilización altamente industrializada en la que vivimos hace uso y abuso del petróleo y sus respectivos derivados en tanto combustible de gran parte de la maquinaria y accesorios que día a día utilizamos. Creo también, que manejamos cierta noción respecto a que toda esta estructura de mecanización de nuestros ciclos de vida sostenidas en el combustible fósil se traduce, precisamente, en la depredación a mansalva de este elemento de nuestro medioambiente que no es renovable y se dirige a su agotamiento global. Todo esto sin perder de vista que su consumo y procesamiento arroja infinidad de residuos tóxicos que contaminan y dañan severamente la atmósfera.
Sin embargo, a veces pareciera que nos percibiésemos que el petróleo se nos presenta en infinidad de aspectos cotidianos más allá que como combustible: envases, envoltorios, recipientes, indumentarias, aparatos y herramientas, entre un enorme abanico de posibilidades. No se trata de exponer un catálogo petrolífero, sino en reflexionar sobre el basamento de nuestra civilización. Es que esta sociedad del capitalismo globalizado, orientada a la producción de mercancías y al consumo desenfrenado, se hace insostenible sin el petróleo. De hecho, podemos pensar que el desarrollo tecnológico y la industrialización pesada, aliadas obviamente al modo de producción capitalista imperante, son prácticamente imposibles sin la existencia en grandes cantidades de petróleo como molde, contención y parámetro de casi todo lo que nos rodea.
Así las cosas, y a medida que avanzamos a su agotamiento planetario, esta lógica de desarrollo consumista lineal significa un camino directo al colapso civilizatorio, en tanto inevitable desaparición de las condiciones de posibilidad de su reproducción. En tanto aumente su escasez, la connivencia de intereses entre petroleras, grandes industrias e intereses financieros se constituyen un polo de concentración económico, y por ende político. Las guerras y las invasiones de las últimas décadas sobre los países donde se encuentran las principales reservas son testimonio de ello.
Acotándonos a nuestro plano local, no es irracional pensar, entonces, que estas alianzas de poder económico y político ignoren, invisibilicen y avancen por sobre las necesidades y reclamos de vecindarios, comunidades y ciudades que se encuentran en las cercanías de pozos o plantas de procesamiento. Lo más preocupante, es que acarreamos como herencia una lógica que supone la necesidad de desarrollo industrial para suponer la posibilidad de autonomía de nuestros países, y que torna a las administraciones locales de esta lógica productiva.
Es en este sentido que, tanto los gobiernos, como los partidos políticos, medios masivos de comunicación, intelectuales y otros actores sociales no realizan una crítica o un rechazo de esta matriz, tornándose en cómplices directos o indirectos del problema.
Mientras no seamos capaces de cuestionar el desarrollo consumista que se sustenta en la matriz de producción industrial, difícil será de poder articular perspectivas que restrinjan y limiten el alcance empresarial de las corporaciones petroleras en pos de las necesidades e inquietudes de las diversas comunidades. Sino, no haremos más que poner parches y curitas para una herida cada vez mayor.
Xaby
Para El Peso del Rocío (FM La Tribu)
Centro de Producciones Radiofónicas – http://www.ceppas.org
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