“En Kraft Foods hacemos tu día delicioso” podemos leer al ingresar a la página Web de la multinacional alimenticia (http://www.kraftfoods.com.ar/). Sin embargo, fué una amarga sensación de tristeza y dolor lo que sintieron en carne propia cientos de compañeros y compañeras que recibieron el rigor de las balas y los gases lacrimógenos en la brutal represión policial sufrida ayer viernes en el interior y los alrededores de la planta en General Pacheco.
El desembarco del Neoliberalismo por estas tierras en la década del ´90 determinó la finalización del proceso industrializador local, el cual ya había sido herido de muerte con la implementación de las políticas económicas librecambistas de Martínez de Hoz y otros bajo el amparo de la dictadura genocida de Videla y Cía. El cierre de cientos de fábricas y talleres significó también la desaparición del numeroso y combativo movimiento obrero. El saldo inmediato fué el surgimiento de decenas de villas miseria en las periferias urbanas, y el hacinamiento de cientos de miles de familias en condiciones de vida deplorables, convirtiendo a la condición de obrero industrial en una situación restringida. Para aquellos y aquellas que pudieron conservar la posibilidad de trabajar en las pocas industrias locales, el proceso significó también una lógica disciplinante y desmovilizadora de la acción política y gremial, frente a la posibilidad de afrontar un despido que significase convertirse en un nuevo integrante de los gigantescos cordones urbanos de la miseria social.
En todo este proceso, la represión implementada por la maquinaria genocida estatal ha tenido un rol central, asesinando y desapareciendo físicamente a miles de compañeros y compañeras durante el período ´76-´83 (particularmente los más organizados y combativos), aunque tras la aparente fachada de la restauración democrática, esta no ha sido desmantelada, sino que muy por el contrario, solo mantiene la apariencia de no existir u operar activamente. Sin embargo, en tardes como la de ayer, nuevamente se expone la verdadera naturaleza asesina del Estado en su rol coercitivo, en tanto socio estructural de la expansión y reproducción del Capital en estas tierras.
La clase política local, aquella que hoy ocupa páginas enteras en los diarios, y cientos de minutos de aire en las pantallas de los medios corporativos que imponen y construyen el discurso dominante, aún no ha expresado repudio o reclamo alguno (y difícilmente lo haga), aunque no podía ser de otra manera, de parte de aquellos que con su silencio aparente, pero con su connivencia y complicidad, sirvieron de marco para convocar a la represión genocida pasada. Esa misma clase política que hoy se llena la boca hablando de libertades y justicia, es la misma que alienta y apoya la lógica de acumulación del Capital.
Perros, gases lacrimógenos y cargas de caballería son la respuesta estatal frente al reclamo de reincorporación de los obreros despedidos, aquellos que se movilizaron exigiendo simplemente mejores condiciones sanitarias frente al avance planetario de la gripe AH1N1. Según observó ayer Héctor Méndez, presidente de la Unión Industrial Argentina tras una reunión con sus pares de Copal y AEA “Se están usando métodos muy poco civilizados. Es una muestra terrible de una escalada complicada”(Clarín, 26/9/2009) al referirse al accionar de asambleas y toma pacífica de la planta de Kraft en General Pacheco. Los numerosos incumplimientos de los compromisos empresariales en reincorporar y pagar sueldos atrasados en las diversas instancias previas de negociación no recibieron respuesta similar por parte del Estado, aunque la simple promesa de la corporación en solucionar la situación sirvió de excusa para el inmediato despliegue represivo de la policía bonaerense. Es la respuesta de parte de quienes ejercen funciones desde una estructura que supone preocupación por la vida, salud y condiciones laborales de sus habitantes.
Este gobierno patronal tiene muy poco de nacional y popular, y más bien se trata de la expresión coyuntural de la mejor manera que los intereses empresariales tienen de hacer ejercer su explotación. El gobierno “nacional y popular” no duda un momento en intervenir y reprimir violentamente, aunque por supuesto, no debemos preocuparnos de nada, porque ahora, gracias a la visionaria acción gubernamental, tenemos fútbol gratis. Los heridos y heridas por las balas y palazos policiales, ahora se reponen de sus heridas en el hospital mientras de fondo pueden observar a River o Boca gratuitamente, sin duda un gran triunfo gubernamental.
Queda claro, una vez más, quienes son los sectores que son defendidos por la acción estatal. Queda clara también cual es la relación cómplice entre el sector empresarial y el Estado Argentino. Y lamentablemente, también queda claro quienes son los que saborean la dulzura de la represión victoriosa, y quienes deben degustar el amargo sabor de la violencia de los sectores dominantes.
El desembarco del Neoliberalismo por estas tierras en la década del ´90 determinó la finalización del proceso industrializador local, el cual ya había sido herido de muerte con la implementación de las políticas económicas librecambistas de Martínez de Hoz y otros bajo el amparo de la dictadura genocida de Videla y Cía. El cierre de cientos de fábricas y talleres significó también la desaparición del numeroso y combativo movimiento obrero. El saldo inmediato fué el surgimiento de decenas de villas miseria en las periferias urbanas, y el hacinamiento de cientos de miles de familias en condiciones de vida deplorables, convirtiendo a la condición de obrero industrial en una situación restringida. Para aquellos y aquellas que pudieron conservar la posibilidad de trabajar en las pocas industrias locales, el proceso significó también una lógica disciplinante y desmovilizadora de la acción política y gremial, frente a la posibilidad de afrontar un despido que significase convertirse en un nuevo integrante de los gigantescos cordones urbanos de la miseria social.
En todo este proceso, la represión implementada por la maquinaria genocida estatal ha tenido un rol central, asesinando y desapareciendo físicamente a miles de compañeros y compañeras durante el período ´76-´83 (particularmente los más organizados y combativos), aunque tras la aparente fachada de la restauración democrática, esta no ha sido desmantelada, sino que muy por el contrario, solo mantiene la apariencia de no existir u operar activamente. Sin embargo, en tardes como la de ayer, nuevamente se expone la verdadera naturaleza asesina del Estado en su rol coercitivo, en tanto socio estructural de la expansión y reproducción del Capital en estas tierras.
La clase política local, aquella que hoy ocupa páginas enteras en los diarios, y cientos de minutos de aire en las pantallas de los medios corporativos que imponen y construyen el discurso dominante, aún no ha expresado repudio o reclamo alguno (y difícilmente lo haga), aunque no podía ser de otra manera, de parte de aquellos que con su silencio aparente, pero con su connivencia y complicidad, sirvieron de marco para convocar a la represión genocida pasada. Esa misma clase política que hoy se llena la boca hablando de libertades y justicia, es la misma que alienta y apoya la lógica de acumulación del Capital.
Perros, gases lacrimógenos y cargas de caballería son la respuesta estatal frente al reclamo de reincorporación de los obreros despedidos, aquellos que se movilizaron exigiendo simplemente mejores condiciones sanitarias frente al avance planetario de la gripe AH1N1. Según observó ayer Héctor Méndez, presidente de la Unión Industrial Argentina tras una reunión con sus pares de Copal y AEA “Se están usando métodos muy poco civilizados. Es una muestra terrible de una escalada complicada”(Clarín, 26/9/2009) al referirse al accionar de asambleas y toma pacífica de la planta de Kraft en General Pacheco. Los numerosos incumplimientos de los compromisos empresariales en reincorporar y pagar sueldos atrasados en las diversas instancias previas de negociación no recibieron respuesta similar por parte del Estado, aunque la simple promesa de la corporación en solucionar la situación sirvió de excusa para el inmediato despliegue represivo de la policía bonaerense. Es la respuesta de parte de quienes ejercen funciones desde una estructura que supone preocupación por la vida, salud y condiciones laborales de sus habitantes.
Este gobierno patronal tiene muy poco de nacional y popular, y más bien se trata de la expresión coyuntural de la mejor manera que los intereses empresariales tienen de hacer ejercer su explotación. El gobierno “nacional y popular” no duda un momento en intervenir y reprimir violentamente, aunque por supuesto, no debemos preocuparnos de nada, porque ahora, gracias a la visionaria acción gubernamental, tenemos fútbol gratis. Los heridos y heridas por las balas y palazos policiales, ahora se reponen de sus heridas en el hospital mientras de fondo pueden observar a River o Boca gratuitamente, sin duda un gran triunfo gubernamental.
Queda claro, una vez más, quienes son los sectores que son defendidos por la acción estatal. Queda clara también cual es la relación cómplice entre el sector empresarial y el Estado Argentino. Y lamentablemente, también queda claro quienes son los que saborean la dulzura de la represión victoriosa, y quienes deben degustar el amargo sabor de la violencia de los sectores dominantes.
Revista (de)Construir
Pensamiento Libertario Periférico
revistadeconstruir@gmail.com
http://deconstruir.tk/
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